Esta boca es mía

Aunque nunca he sido de maquillarme mucho, como ya os conté en un post anterior desde muy jovencita disfrazo mis ojos con lápiz de ojos negro. Ahora, además (no sé si por lo años o por qué), le he cogido el gusto al labial carmín, sobre todo cuando tengo una cita importante. Y es que aunque parezca una tontería, de un tiempo para acá me he dado cuenta que cuando mis labios se tiñen de rojo pasión me siento más segura para no callarme lo que pienso y mantenerme firme en mis decisiones. Creo que el carmín me da seguridad.

Así que viendo que en los últimos meses este cosmético en casa va que vuela (lo debo haber heredado de mi madre, conocida en el barrio como “la mujer de los labios rojos”), el otro día decidí que había llegado el momento de hacerme con uno que fuera lo más natural posible.

Tenía claro que debía ser color carmín. Y aquí fue donde me encontré el primer obstáculo, ya que aunque originalmente el carmín se obtiene de la las hembras de cochinillas, un insecto que contiene altas dosis de ácido carmínico y del que se fabrican dos tonalidades distintas de rojo (el carmín de Kermes CI 75460 y el carmín de cochinillas CI 75470), actualmente el carmín de los pintalabios se sustituye cada vez más por colorantes sintéticos mucho más baratos, como el bromo o el colorante E124, derivado del petróleo.

El segundo requisito es que debía de ser hidratante, pero esto chocaba de pleno con mi tercer requisito, que fuera mate. Resulta que son dos cosas bastante incompatibles, ya que los pintalabios hidratantes suelen llevar brillo y los mate suelen ser de “larga duración”, cosa que no soporto porque me dejan los labios resecos y agrietados (aunque me como el pintalabios sistemáticamente, prefiero pintármelos cuatro veces al día que usar un labial permanente).

Tras investigar varias marcas de cosmética natural y no encontrar nada que me convenciera, al final di con el producto ideal para mis necesidades: el lápiz de labios número 5 – rojo rubí de Logona a base de colorantes naturales.

Al tratarse de un lápiz y no de una barra de labios, permite una aplicación precisa (lo que para mí, que siempre voy con prisas, es perfecto), ofrece una mayor duración (aunque me tengo que retocar cada ciertas horas) y tiene un acabado semi-mate que, curiosamente, convive con un alto poder hidratante, gracias a su fórmula rica en aceites, ceras naturales y manteca de karité. Además, incorpora un complejo antienvejecimiento a base de extractos de arándanos, semillas de manzana y alga marrón, todos ellos productos procedentes del cultivo orgánico.

Por si fuera poco, el lápiz, que es de madera certificada por el FSC, tiene dos puntas con dos tonos distintos, lo que transforma el pintalabios en muchos distintos, ya que permite jugar con los colores, por separado o haciendo mezclas. Como todos los productos de Logona, cumple con los estrictos criterios para la cosmética natural certificada NaTrue y con la credibilidad que da a la marca sus 35 años de existencia. Tenéis más información de la marca en el post que escribí «En busca de un lápiz de ojos». 

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Y así, y de la misma manera que nos anima Joaquín Sabina hacer en la canción que da título a este post, con mis labios carmín 100% natural (y si puede ser unos buenos tacones) salgo a la calle sin ningún complejo para decir a todo el mundo que esta boca es mía.

¡Por cierto! Si os gusta el color rojo y el diseño tanto como a mí, hasta el 19 de marzo en el Disseny Hub Barcelona podéis visitar la exposición “Rojo” en la que Red (Reunión empresas de diseño) y BCD Barcelona Centro de Diseño exponen productos pensados, diseñados y producidos mayoritariamente en España que actualmente son protagonistas del panorama habitat-design internacional y que se vinculan entre sí a través del color rojo. Más información.